PROLOGO.
Mucho se ha escrito acerca de la historia del peronismo, tanto desde un punto de vista crítico como analítico e inclusive reflexivo.
Hay trabajos que narran su historia desde los primeros años de vida del general Juan D. Perón hasta su fallecimiento, de manera narrativa, coloquial, ponderando logros, conquistas, la perdurabilidad en el tiempo de su doctrina e ideología.
Sin dejar de mencionar aquellos trabajos de investigación acerca del rol del Estado justicialista, la sensibilidad social arrolladora de sus Planes Quinquenales, los record de producción, pleno empleo, su economía al servicio del hombre, de la clase trabajadora, ese Pueblo que Perón y su esposa, Eva, tanto amaron.
Los “Años Felices” del primer justicialismo, la caída, la Resistencia, la vuelta del general, su último gobierno; todo como en una película en continuado ha sido objeto de innumerables relatos culturales, sociológicos, hasta periodísticos e incluso novelados.
Pero aquí estamos en presencia de una propuesta diferente, hasta un punto me atrevería a decir que original en su planteo y desarrollo.
Si bien sostiene una lógica desde la línea de tiempo ordenadora que siempre ofrece la historia, ya que hay un inicio, un cuerpo central, y un final abierto situado en la campaña electoral del 2007, se lo hace desde la imagen que nos proporciona la fotografía.
Y ella a su vez captando “la vos” de las paredes, escenarios simbólicos, que durante años de la vida política de nuestro país fueron lugar común de la memoria del pueblo peronista.
Mas allá de las campañas electorales donde todas las propuestas partidarias tenían su espacio, nos estamos refiriendo fundamentalmente a las prohibiciones y proscripciones, que en diferentes lapsos de tiempo, llegaron a cubrir casi veinticinco años de la vida del justicialismo.
Las paredes, y, en ellas las pintadas, fueron (y siguen siendo) el reservorio de la expresión popular, que dice, cuenta, afirma, pelea, convoca, evoca.
Y, por sobre todas las cosas reafirma la identidad peronista de un pueblo que nunca dudó de su vínculo con el Líder, con su Jefa espiritual, y los preceptos doctrinarios justicialistas.
Como Secretario general, de un gremio como la Unión del Personal de la Nación que el año venidero cumple sesenta años al servicio de los trabajadores estatales, que viera la luz el año 1948, en pleno apogeo de la Justicia Social, reconozco y me reconozco en muchas de las pintadas retratadas por la cámara militante que ha producido este trabajo.
Y creo que no debe ser de otra manera, por la raigambre justicialista tanto de quien escribe estas líneas, como de la inmensa mayoría de la militancia sindical de nuestra querida UPCN.
Seguramente mas de uno que acceda a estas páginas se sentirá identificado con la mayoría de las consignas que aparecen, quizás recuerden haber estado reproduciéndolas en cientos de paredes, también pueda ser que no concuerden con ellas de acuerdo a sus ideas políticas y/o ideológicas, pero sí reconocerán que gran parte de la historia reciente de nuestra vida política contemporánea, también se debió a las manos de anónimas de un pueblo, que mas allá de cualquier situación por difícil que ella se presentara, siempre fue protagonista.
Este trabajo refleja y retrata a consideración de su autor y su equipo de colaboradores, aquello que, desde la subjetividad propia que el arte nos propone, una visión que deja la impronta de una relectura del peronismo.
Otra manera de acercarnos y comprenderlo en sus múltiples variables internas que este movimiento de masas siempre cobijó, pero con una esencia que intentan trasmitir las fotografías: la de la militancia que con Tiza y Carbón, en aquel lejano 17 de octubre de 1945, nos dejó la firma indeleble de los trabajadores que asumieron colectivamente un apellido: Perón.
Memoria, identidad, militancia, solidaridad, a manera de apresurada síntesis.
Evita, esa mujer, llama épica que nos sigue alumbrando.
Ellos la nombran hoy como hace cincuenta y dos años lo hacían las flores de nomeolvides.
La cultura popular expresa y continua aquella primera pintada, y estas palabras devenidas realidad cotidiana, mientras la historia arma su relato, el pueblo las sigue dibujando para que forjemos día a día la cultura del trabajo, justa, libre y soberana.
Licenciado Andrés E. Rodríguez.
Secretario General UPCN Consejo Directivo Nacional.